Grietas
Tras el impacto, el cristal deja líneas
que se diluyen en todas direcciones,
fugas emocionales, una araña ramificada,
la carrera por contemplar qué daño
llega más lejos.
Queda después el recuerdo
y esas heridas en la superficie pulida,
sentimientos a flor de piel,
una oquedad,
vacilaciones y dudas.
A veces la grieta te divide en dos,
obliga a redefinir tu territorio mental,
una huida hacia extremos incógnitos:
vuelves a ser tu antepasado explorador,
ya no sirve tu bagaje vital
ni el optimismo que hayas podido almacenar.
Un calor intenso puede fundir el vidrio
y restañar cicatrices,
o el impacto inesperado de un meteorito
te convierte en añicos y polvo vítreo,
esa es la exposición vital tan arriesgada.




