Poema 55: París

                   París

Ocho años y medio sin apenas viajarIMG_20140813_001001

el peaje de la paternidad,

universos recreados, un perímetro

de seguridad en torno al turista:

te asomas a una librería de un barrio

de París, allí reposan libros escolares,

estantes de altura patagona,

el sol de una mañana de agosto

en la que rescaté en medio de la vorágine

un instante precioso de soledad.

 

Un libro de haikus, otra inmersión

en la vida cotidiana de los que bailan

bajo el Trocadero, academia festiva

de movimiento sexual, un paseo en la noche

del Sena, en los botellones a la sombra

de la gigantesca torre Eiffel,

ratas que cruzan por el parque,

el anverso del tapiz de lujo opíparo.

 

Prisa, la masa vertiginosa posa sus ojos

un instante en la sonrisa davincciana,

flashes, fotos, un cambio drástico

en la permisividad reproductiva,

uno y nadie viajan en la luz al dieciocho,

Revolución, esa libertad agotada

en tiendas de souvenirs, en pasos comunes,

en un puente repleto de candados

sobre el que reposas un instante.

 

Haces fotos aquí y allá, desmitificas

otras visitas, acuchillas la pátina

mágica, el agotador caminar por la Isla,

fuera mapas, fuera guías, un mercadillo

de fruta y verdura en Montparnasse;

aún no ha llegado el Terror,

pero ya estuvo aquí, ya rodaron cabezas,

en nombre de la libertad.

 

¿Quién pintará estos días?

La cicatriz se suma a la oferta turística,

el miedo provee de adrenalina cuántica,

la masa elevada al cuadrado visitará

la sala Bataclan, Le Pétit Cambodge,

Le Carillon, una cierta banalidad curiosa,

impactos de bala, el inolvidable terror.

 

Los adoquines aún resuenan al paso

de las tropas nazis; uno lee y recuerda,

las esquinas mimetizan cada porción de Historia,

por allí pasó Rimbaud joven, aquí

se fotografió Jacqueline Kennedy,

en este otro lugar hubo una gran barricada.

 

Uno viaja y no viaja, escribe y no escribe,

recuerda historias escuchadas o sentidas,

no quiere mirar, pero mira, siente,

almacena y regurgita porciones estelares

de humanidad decadente, de pulsiones

execrables, arte contemporáneo nihilista.

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Poema 54: Nueva York, Madrid, Londres, París

Nueva York, Madrid, Londres, ParísIMG_20140813_005053


Un pájaro sobrevuela la ciudad vacía,
el murmullo está encerrado tras los postigos,
no es el Cid camino del destierro,
los fusiles han cesado su siniestro tronar.

Coordinación y muerte. Consternación,
el deseo de muerte convertido
en la muerte deseada,
el terror del azar, meteorito no monitorizado.

Una ciudad escaparate, soldados,
las guerras han camuflado su estampa,
dolor de unos cuantos, terror de muchos,
algunas voces serenas, no muchas.

Velas, oraciones, símbolos, catarsis
desesperadas, miedo y vacuidad,
bajo la niebla del paisaje uno olvida
la cronología, la historia y trata de sobrevivir.

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Poema 53: Monasterio de Caaveiro

  Monasterio de CaaveiroIMG_20151102_152928

 En la fraga oscura, verde y agua;

declamo en la piedra el fin

del estado ruinoso, del hambre

de poesía asíncrona.

 


Un vendedor de palabras,

un ufano compositor, tararea

su música mezclada con el correr

cantarín de las aguas del molino.

 


El fotógrafo encuadra, perfila

trata de domeñar una luz de fraga,

insuficiente o brillante, luz de helechos

no para cualquiera, no para cualquiera.

 


El filósofo está a miles de kilómetros

de allí, reaparece un instante

para indicar con suavidad al niño

el peligro que existe en la baranda del puente.

 


Un cantero observa con mimo

las marcas profundas en la piedra,

una pe, una sierpe, un ancla,

el día del recuento sería un día de gozo.

 


Un creador maravíllase del lugar,

de la piedra, de la geometría de los ríos

que confluyen; tantas manos, tanta ausencia

de planificación en esa perfección.

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