
Ventanas
Nubes blancas, cambio de tiempo,
viento, pisadas en medio de la carrera,
un baile, una coreografía de corredores
verdes, multicolores,
el paso síncrono, la belleza del momento,
eres parte de la masa y solo puedes asomarte
durante un instante fugaz.
Grúas en el horizonte, muchas, demasiadas,
ocultan aquel trozo verde del campo
que veías durante el confinamiento,
cruel clima que desgaja hojas y limpia árboles.
Cuadernos por los que te asomas al mundo
oculto o visible,
la respiración de los otros,
el gesto cansado o elegante de gacela,
resistencia, olor a ungüentos para los músculos,
un texto con dos conceptos asidos al vuelo.
Recuerdas un funeral inocuo,
un cuadro de escuela flamenca,
la profundidad de campo sin punto de fuga,
esas noches de estío calurosas
en las que las ventanas permanecen abiertas
en busca de un frescor que se resiste.
En algunas ventanas se asoman los curiosos,
fotografían la sierpe humana
que se elonga según pasan los minutos.
La luz y el recuerdo del profesor difunto
que certificaba el acceso al club nocturno
asomado a su ventana privilegiada,
marcan el final de la mañana corredora
mientras degustamos una buena tortilla de patata.
