Poema 274: El final de la escalada

El final de la escalada

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Hordas de gente en la hora límite

pasean como si estuvieran de vacaciones

y el caminar fuera el objetivo máximo

en el que interaccionar socialmente,

en el que echar un cigarro adolescente con unos amigos

escondidos tras un montículo y la vegetación.

 

La dignidad la otorga una mascarilla,

con la que proteger a los otros,

también a aquellos que con cacerolas y banderas

sacan su rabia de sabios y expertos a pasear,

ruido y entretenimiento en días tan cambiantes

de la lluvia y el chubasquero al cielo azul y la camiseta.

 

Esta poesía descriptiva y testigo del coronavirus

ya no da más de sí,

será un testimonio al que acudir en el futuro,

ese que nadie se atreve a pronosticar con claridad,

si será una vuelta a la vida deseada ahora

o un tiempo nuevo de precaución y distanciamiento.

 

En estos días de confinamiento se han abierto los sentidos,

la mirada en cámara lenta desde las ramas esqueléticas

a las frondosas copas de los árboles que ocultan el río,

desde los caminantes absortos con la mirada perdida,

hasta las alegre chácharas didácticas en familia.

 

Ahora que se vislumbra el final del quédate en casa,

entre fases y desescaladas, entre inmunes y miedosos,

solo queda mirar hacia delante, avanzar,

tratar de vivir la vida con lo aprendido en estos meses,

limpiar la atención de las cosas que hemos sentido innecesarias.

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