
El Sexo en Tiempos del Románico
Hay una pequeña expectación en la espera,
rostros amables, algunos conocidos,
una sorpresa mayúscula, una ilusión
una cumbre de maravilla en la vida fugaz.
Durante eternos minutos el hombre uniformado
ejerce su pequeña tiranía en el acceso
ajeno al trasfondo de potencia argumentativa
del Sexo en Tiempos del Románico.
Fluye la luz y la palabra de la autora-divulvadora
esa voz tan reconocible y ya doméstica:
–¿estará nerviosa? –, susurras intrigada
mientras comienza el diálogo cómplice.
Isabel proyecta diapositivas explícitas
funde la piedra con la ostentación de la estirpe,
derriba sesgo a sesgo la toxicidad masculina
con la complicidad erudita de su interlocutora.
–Mansplaining de libro–, dices mientras habla y habla
el hombre que en realidad no quería preguntar nada.
La autora responde con paciencia infinita:
ha desgranado pruebas fehacientes,
ideas permeables a todo tiempo histórico,
fuentes, documentos, una realidad oculta,
vulvas resucitadas tras su paso por el reino vegetal,
y un torbellino de referencias eruditas
en la dificultad inmensa de cambiar mentalidades.


