Poema 672: Tres saludos a la ventana en la despedida

Tres saludos a la ventana en la despedida

Cada mañana vuelan sin libertad

esclavos de la hora, del tiempo estructurado,

de un aprendizaje ascendente en la estabulación.

Tres saludos a la ventana o uno austero e insomne,

el legado educativo de un acompañamiento paterno,

rutinas de sostén y confianza.

Ella taconea segura, marca la línea recta de la prisa;

él se esconde bajo una capucha anónima,

rearma su dispositivo móvil y camina con fuerza

pese a la apariencia de indiferente levedad.

Algunos días transitan en paralelo

hermanados por el camino y las circunstancias,

despiertan la sonrisa del observador en la ventana

y completan un hábito placentero.

El espectador predice los giros de cabeza automáticos

mientras de forma poética absorbe la luz auroral,

la escarcha de los amaneceres helados de noviembre,

el color maravilla del ocaso de los plátanos ornamentales.

Minutos más tarde, finalizado este poema,

el autor recordará los saludos rituales de esos adolescentes

al paso veloz de su vehículo por el templo educativo:

ahí está el núcleo de mi felicidad–, se dirá de forma ampulosa,

esclavo a su vez de cumplir decentemente con su faena.