Poema 427: Leonora

Leonora

Tras una visita a la exposición Leonora Carrington
en la Fundación Mapfre en Madrid.

Incombustible e inconformista,

llena de símbolos y pájaros,

de las formas de la pintura antigua.

Leonora pinta caballos,

aparece feliz en el sur de Francia,

decora muebles, puertas y muros

se me figura con sensualidad extrema.

Es surrealista y busca a la diosa blanca,

el texto, la palabra, la ecología.

Despierta en mí, cual Orlando

la magia de la longevidad:

ella fue transversal en todo el siglo XX,

alongada a través de Max Ernst,

por sus viajes y su infinita búsqueda.

Como el Zaratustra de su obra

es un ser longilíneo y bello,

una musa de sí misma, una revelación.

Atraviesa guerras y violencias,

salvaje, perturba cuanto vive,

pinta y describe; imagina y lucha.

Quedan caballos y fotografías de Lee Miller,

retratos bellísimos,

el intercambio fructífero de ideas,

alimento mutuo para llegar al Arte.

Leonora es un trabajo descomunal

para atisbar un iceberg creativo,

una búsqueda y un aprovechamiento,

la defensa feminista y ecológica.

Codifica y enmascara y exprime

cada acontecimiento vital:

se oscurece o ilumina en diferentes verdes,

no hay obra gratuita, ni escena banal.

Es la Reina de las Nieves o la Recuperadora

de Derechos Femeninos,

la giganta que custodia el huevo.

Poder, brujería y sabiduría

impregnan lienzos en su evolución,

su búsqueda, su adecuación investigadora

a los tiempos de una madurez soberbia.

Ya no hay límites, atesora poder político,

eminencia reconocida y adorada,

hasta que se funde con México

en El Mundo mágico de los Mayas.