Atareados
¿Cuántos amaneceres has contemplado?
¿Cuántas la masa marina gris en invierno?
¿Cuántos días has madrugado por placer?
¿Cuántos te has detenido en un río de cauce seco?
En la finitud sencilla de nuestros días
aplazamos mirar el cielo cotidiano,
múltiples pantallas nos muestran artificios,
brillos y colores hábilmente retocados.
Ciclos hormonales o hundimientos cotidianos
nos privan de la mirada sencilla,
del enfoque posible de todos los sentidos
hacia actos milagrosos, sublimes y ordinarios.
Estamos ocupados, nos preocupa no estarlo,
la riqueza vital proviene del atareamiento,
bucles sin sentido ni objetivo, la nada
llena de vaguedades inexplicables, puro instinto.
Una urraca lista, el aleteo febril de una mariposa
emergente de su crisálida,
una rosa única en medio del calor estival,
el sonido de un cuco en la lejanía boscosa, nos asombran.
Transitamos parasitando la Tierra, removiendo
suplantando, cultivando saberes sin ton ni son,
ocupamos y degradamos el espacio, inconscientes
de la belleza y del placer presentes y alcanzables.
Hoy o mañana se nos terminará la vida,
hoy o mañana sufriremos la melancolía de antaño,
arderá un bosque por mano de un imbécil
o perecerá la mariposa una vez apareada.
