
Inventario veraniego
Continuidad, suaves transiciones de la edad,
y, sin embargo, saltos físicos, imágenes del pasado,
el trampantojo de las repeticiones,
baños ancestrales en las mismas aguas ya diferentes.
En esencia la estructura permanece:
caminar, pedalear luengas jornadas, nadar,
leer con ritmos e intensidades diferentes,
la casa familiar como meta tras las andanzas,
los descubrimientos y los hitos.
Me he bañado en tres mares diferentes,
hemos escalado volcanes y cimas graníticas,
atravesado canchales y piornos amenazantes.
Observé las sombras inquietas de los árboles
en las pozas heladoras de ríos de montaña,
un teatro en unas ruinas romanas,
el espectáculo orquestal que nadie contemplaba,
una casa mítica para la cultura,
y una abadía contenedora de reliquias inmemoriales.
El verano se parece a una jubilación vislumbrada,
un dulce viajar, leer, escribir, ejercitar,
llegar allí donde la energía y la imaginación te lleven.
La escala de las sombras se amplifica o se reduce
oculta por el veloz movimiento cotidiano,
se alterna con la luz que elonga los días,
con una corriente subrepticia alegre y vitalista.
El verano es el punto geodésico del año,
al que solo accedes tras arduo y placido camino.
