
Lujuria lunar en una terraza primaveral
A silver Lucifer
serves
cocaine in cornucopia
Mina Loy, Baedeker Lunar
Nunca estuve en una fiesta como esa,
imagino un palacio veneciano con vistas al Gran Canal,
la luz decreciente de un día de abril
y una luna aún sin completar ya nítida y aún opaca.
Atractivos camareros pasan fugaces
dejando un halo de belleza y deseo en el ambiente,
una promesa de electricidad al llegar la noche.
Fluyen palabras especiales en rostros enmascarados
fuente de concupiscencia, gestos sensuales,
la personalidad condensada en la voz y el movimiento.
Un destello de combinación inteligente de vocablos,
una sabiduría en la escucha activa,
el aura personal disimulado y estimulado por el atuendo.
Joyas, ojos que sintonizan la misma longitud de onda,
el roce místico de un dedo en un antebrazo
antesala de la comunión lunar.
El palacio es un laberinto de túneles, escaleras,
estancias en cuyos interiores barrocos
serán hollados infinidad de cráteres dérmicos.
La fiesta es la antesala de un despertar poético:
retazos de recuerdos a velocidad sináptica,
la faz oscura de la luna, Mare Tranquillitatis,
y una luz intensa antes del eclipse.
