
El juego de la música
Nada estaba en su lugar en la orquesta:
una percusión integrada en los metales,
dos flautistas como extremos percutores,
un generador de viento entre los contrabajos
y el compositor vivo de la obra a estrenar
disimulado entre el público.
Había alegría en el ambiente,
por la novedad, por los instrumentos insólitos,
por el cuarteto de flautas mágicas de la propina
en las que estaba integrado el gran director:
un juego imaginativo y hermoso
antes de atacar, con más de cien músicos en la tarima,
la gran batalla de Stalingrado.
La séptima sinfonía de Shostakovich,
fue monumental, apoteósica:
diría JM que le habían dado ganas de invadir algo.
Imagino como debió sonar en el cuarenta y dos
la exhausta Orquesta de la Radio de Leningrado,
silenciadas las bombas por la operación Borrasca,
y el efecto psicológico que causó en el ejército nazi.
Orgullo, juego, pasión, sonido divertido,
una tarde hermosa sonriendo en el auditorio.
