Los cielos del confinamiento
Los cielos del confinamiento alojan belleza
luz inesperada, una geometría azarosa
llena de fractales, suaves transiciones,
exabruptos acolchados por el algodón sedoso de las nubes.
Reflejan esos cielos la ausencia de movimiento
en las otrora atestadas calles,
algunas luces de alarma refractadas
por el tránsito acuoso hacia la altura.
Formas caprichosas, colores extintos,
un huerto de verduras para comer con los ojos,
todo en el cielo es inhumano, inconmensurable,
los residuos de una guerra verbal en redes sociales.
La convergencia solar regia se retuerce
en escorzos republicanos, tricolores, maduros,
en fuga de beneficios de muchas empresas,
en tierra baldía a la manera de Eliot.
Nadie puede quitar la vista del vórtice cenital,
a la espera de un azul inmaculado
en el que el contagio se haya diluido
cual pastilla efervescente en agua de limones.
Será el mismo cielo con distintos pesos en cada balanza,
la misma miseria moral escondida en verdes
o en azules volanderos de gaviotas alteradas,
el contrapeso de la inteligencia valiente y combativa.
El cielo se puede condensar en un arcoíris semicírculo
o se puede rasgar en truenos y relámpagos,
en la cólera de dioses que no acuden
a rescatar a los heroicos sanitarios.
