
Fuego
El sufrimiento de los vecinos es indescriptible,
la tierra tan amada, los árboles, el paisaje
todo lo que parecía estable y nos sobreviviría
queda herido de muerte.
Dramas, animales, personas, casas,
todo lo que era sólido puede ser devorado
incluso la propia vida.
Las noticias descontrolan y amplifican los fuegos
la sensación de que un paraje conocido puede arder,
la concatenación de lenguas flamígeras,
la evocación ancestral de los rayos prehistóricos.
El cerebro reptiliano atesora fuegos antepasados,
establece alertas, miedos, horrores imparables:
nada ni nadie es ignífugo y llega la noche
entonces las llamas se vuelven colosales,
crean sombras dantescas, expresionistas,
y el crepitar destructivo impregna el silencio.
Siempre hay culpables, gobernantes, ingenuos pasivos,
motivos múltiples: pirómanos, despoblación, abandono.
La destrucción del espacio que has habitado
es un infortunio psicológico terrible,
una pérdida sensorial irreparable.
Mueren las aves alcanzadas por el humo,
mueren animales atrapados por las llamas,
mueren las esperanzas y los días futuros.
