
Espectáculo natural
No sé si es un pescador o un suicida
en la orilla opuesta del Duero.
Desafían las nubes el reflejo en el agua
y los patos se dejan llevar lateralmente.
Permanece en la orilla mirando hipnótico
la corriente de aguas turbias,
la crecida de un río que anega ya las riberas.
El espectáculo natural es enorme:
las aguas habitualmente verdosas y calmas
se expanden entre remolinos y oquedades
a una velocidad asombrosa.
Si no fuera por una prenda de abrigo llamativa
que ha posado en los juncos ribereños
diríase metamorfoseado con el gris de la orilla.
Imagino lo que yo haría si el hombre salta:
gritar, llamar, señalar, nunca emular.
Si no fuera su intención abandonar el mundo
sentiría envidia del paisaje a pie de caudal que percibe,
de la fuerza fluvial penetrando en cada sentido,
de esta mañana de invierno aún cruda y luminosa
mimetizado con la divinidad milenaria de las aguas.


