Poema 498: Espectáculo natural

Espectáculo natural

No sé si es un pescador o un suicida

en la orilla opuesta del Duero.

Desafían las nubes el reflejo en el agua

y los patos se dejan llevar lateralmente.

Permanece en la orilla mirando hipnótico

la corriente de aguas turbias,

la crecida de un río que anega ya las riberas.

El espectáculo natural es enorme:

las aguas habitualmente verdosas y calmas

se expanden entre remolinos y oquedades

a una velocidad asombrosa.

Si no fuera por una prenda de abrigo llamativa

que ha posado en los juncos ribereños

diríase metamorfoseado con el gris de la orilla.

Imagino lo que yo haría si el hombre salta:

gritar, llamar, señalar, nunca emular.

Si no fuera su intención abandonar el mundo

sentiría envidia del paisaje a pie de caudal que percibe,

de la fuerza fluvial penetrando en cada sentido,

de esta mañana de invierno aún cruda y luminosa

 mimetizado con la divinidad milenaria de las aguas.

Poema 158: Nuevo dios

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Hay un nuevo dios que ve cuanto haces,

sabe dónde vas, lo que has comprado,

te sugiere respetuosamente tu conducta

como buen dios en sus inicios

aún sin la confianza de la masa.

 

Esa es la clave, eres observado,

nada se le escapa, cualquier consulta

dañará tu imagen, tu perfil social;

tu rastro se almacena en la memoria

del todopoderoso servidor.

 

Si compras o simplemente miras,

si lees tal o cuál periódico

tendrás un perfil dinámico de objeto

del deseo anunciador;

eres un número lleno de números,

un adorador del dios que te explota.

 

Ese dios computerizado conoce tu vida laboral,

sabe el dinero que has ganado en todos tu días,

los gastos y propiedades que posees,

los impuestos con que sostienes tu mundo.

 

El dios sabe lo que lees, lo que publicas,

conoce a tus amigos y ve tu cara más amable,

y también tu faz oculta,

la que se deduce de los datos que no muestras

o se infiere con imaginación.

 

El dios es quizás una diosa inteligente y formada,

ofrece señuelos y trampantojos,

moldea tu conciencia, te educa a su antojo,

establece tu patrón de deseo y consumo.

 

La diosa se rodea de sumos sacerdotes,

de diáconos, de calendarios propios y ritos,

te ha liberado de una esclavitud

para otorgarte la vía sin fin en la que habitas.

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