
Vivir aquí
Caminar por el playón algunos días,
traspasar la muralla de las rocas apiñadas
–podría entrenarme a caminar sobre ellas–
acceder a las calas desiertas, nunca del todo vacías,
depositar la ropa y mis zapatillas nuevas de montaña
a resguardo de las olas, sobre una roca
quizás de las que se desprendieron antaño
en el ascenso, –trípode con polea y acero–,
de mercancía contrabandista.
Fusionarme con el mar, integrar mi cuerpo
con el movimiento suave o violento de las olas,
tumbarme boca arriba y flotar.
Salir del agua sin consciencia del tiempo,
de la hora, de que nadie me espere,
secarme al sol, caminar desnudo como caminaron
casi todos mis antepasados,
pensar en ellos, en el ocio de que no dispusieron
como dispongo yo ahora.
