
En la mañana nublada de septiembre
En la mañana nublada de septiembre
atisbo nubes,
me rodeo de libros, bolígrafos, cultura,
un pequeño placer de unos minutos
en los que pueda expresarme y leer,
un flujo de ideas, de respuestas a problemas
que ya fueron formulados.
Quietud,
tejados húmedos,
el flujo de vehículos contaminantes detenido,
solo un instante de paz:
los árboles aún muy verdes, aún es verano.
La lectura me abre los ojos sobre la estructura
desigual, injusta, sexista:
experimentos, ideas, sutilezas para ocultar
una forma de convivencia en desigualdad,
violencia, mecanismos de protección,
la forma ilógica del desarrollo
incluso en esta punta de lanza que es Europa.
Y bajo todo este aprendizaje-conflicto,
asuntos estructurales, miedos, muerte,
condiciones laborales y nimios problemas
que me buscan y me encuentran.
Estos remansos de placer infinito son efímeros,
y sin embargo se remontan a mi paternidad
de al menos tres lustros,
son una búsqueda expresiva y aprehensiva
de ideas, palabras, belleza,
mecanismos ocultos a la mirada banal,
a la pervivencia de tradiciones no muy loables.
Retraso el momento de sumergirme
en la vorágine laboral también jugosa,
animada, vital, otro mundo paralelo,
el lugar imaginado de decisiones trascendentes,
otro juego social efímero de gran implicación.
Allí la risa y la palabra organizan y distribuyen
los roles y los espacios,
sociabilizo como puedo, soluciono y propongo,
en aras de mejorar la luz individual y colectiva.
Desde la cadencia temprana y solitaria
me dispongo a consumir otra porción de vida
otro día luminoso de septiembre,
lleno de la belleza y el deleite de todos los sentidos.
