
Las amigas
Murmullo del mar, risas crecientes
adolescencia en vena,
cierta vanidad de lector-poeta.
Las amigas se han reunido en el spa
hablan sin parar acercándose,
se bañan libres disfrutando de su edad
caminan, ríen, bailan,
planifican lo justo y coreografían
canciones de su juventud.
Según avanza el día recuperan la intimidad
el roce, la costumbre que un día tuvieron.
Los roles se perfilan ante la imparcialidad del poeta:
una dormilona que conserva un cuerpo atractivo,
la voz cantante de la coreógrafa,
la seriedad de quien relata sus asuntos laborales.
Bailan y disfrutan desinhibidas, sin el peso familiar.
Se han concedido un permiso que moldea su plano vital,
una deformación atractiva y animada llena de vida.
–Los hombres esto no lo entienden–, dirán en un instante,
antes del ocaso y de la fiesta, cargadas del deseo
del sol y la sal marina en la piel.
El poeta es un ser invisible en su jolgorio colectivo,
más allá de algunas miradas individuales de reconocimiento.
El lunes la deformación plástica de su universo
volverá a su configuración original,
mas quedará el recuerdo mitificado y desinhibido
la energía amical profunda en suma amplificada
el sonido del mar de suaves olas en la ribera de la ría.




