Poema 291: Premio Nobel

Premio Nobel

Prefiero el texto a la biografía,

un abrazo de un cuerpo desnudo a una imagen,

puede que los atardeceres, pero por pura costumbre,

al amanecer hace más frío

pero en las escasas ocasiones en que subo a la montaña,

el olor de la naturaleza al despertar,

el rocío y el aire renovado en el rostro

me acercan a los infrecuentes amaneceres de mi infancia

cuando iba a recolectar caracoles con mi padre.

Prefiero la versión original del poema

o el poema traducido por un poeta que lo hace suyo,

Trasntrömer no era él, era Mascaró evidentemente,

ahora no se quién será Louise Glück.

He escuchado una semblanza vital, académica

bajo la que se podían adivinar algunos versos,

una atmósfera de un saxo bajo

una rapsoda nada afectada, sencilla,

el elogio semipolítico de una escritora admirada

capaz de transmitir su emoción durante un viaje en coche.

Llega el ansia, en medio de tanta lectura: Vallejo, Reverte, Larkin,

de repente esta autora me distraerá

de la horrible traducción de Emily Dickinson,

de la sonoridad retórica de Lostalé.

Anhelo volver a la montaña en este puente del calendario,

sentir el frío amanecer, la luz elevándose reflejada

en el lejano pantano de Gabriel y Galán,

los colores ya amarillentos de la masa arbórea,

el placer que debió sentir cada pastor

al ascender con sus animales por la ladera

cada día de su vida, igual al anterior y tan diferente.

La poesía me renueva cada día, me proporciona el tono vital,

el deseo y la rutina, el rictus o la risa

musa indiferente, atenta a sus propios dolores intrínsecos,

un verso me redime y alienta o me despoja

de toda la protección acumulada durante décadas

cual tesoro adquirido para poder sobrevivir.

Y de repente ahí está la explosión mental,

la asociación de ideas que te conmueve y perturba,

que crea en ti un estado emocional parecido al nirvana

una luz suave y filtrada, pátina relativizadora,

alegría sutil de fondo, como una droga de bienestar

un encendido navideño de todos tus sentidos,

carnalidad y humanismo, la luz dorada de la poética.

Poema 211: Hotel Kastro

Hotel Kastrohotel kastro 2_3 (1)

En el hotel Kastro viví unas semanas;

en aquellos días parecía estudiar

ecuaciones controlables con un parámetro,

mientras leía unas Flores de Cunqueiro.

 

Al atardecer musitaba frases en la soledad

de la fortaleza veneciana

acariciada por las olas.

Melancolía.

 

Aún no lo sabía pero aquellas palabras

eran poemas no escritos,

era el perfil rocoso de las montañas de Creta,

la luz del Mediterráneo

el peso solemne de la Historia en mi cráneo.

 

Vivía en un cuarto modesto con ducha,

frente a la habitación compartida

de mis amigas francesas:

Dominique, Florence, Pascale,

bellas y utópicas en su lengua natal.

 

El palacio de Knossos distaba una línea de bus,

la magia del trono,

los delfines en frescos, las salas en pie,

el minotauro poderoso de inusitada potencia

me hacían soñar con viajes futuros.

 

No he vuelto a la isla,

ni a la vida de aquellas chicas francesas

con las que no supe ligar;

el hotel me despidió en la salida del ferry

mientras la fortaleza refulgía por el sol.

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Poema 23: Urracas

                  Urracaspicapica29

Nadie canta en un coro del siglo quince,

bóvedas de poliuretano, almohadas magrebíes,

luces led en una catacumba,

un violín eléctrico que toca solo.


Las urracas dominan la carretera,

sus voces permanecen en el aire

sin desvanecerse, solo un coche

altera su presencia,

finis orbe, gritan las cornejas,

el coro de siete voces desentona

en esta discoteca plagada de aminoácidos.


Tallis, fecunda el gorjeo febril,

la paz del serrallo en perpetua duda,

volátil la nota, monocorde el resultado,

ácido posmoderno en una película,

alterno la sombra de un vampiro

con el elegante vuelo del superhéroe.


La paz de las maricas es un lapso

en la guerra de los coches que violentan

el aire, ondas, vórtice, un radar

en medio de la niebla hecha jirones.


¿Dónde está el bidón encendido?

La puesta de sol dolorosa es un cuadro

de El Greco; amanece y la red se llena

de fotos esplendorosas del cielo fractal.


El mundo es un lugar compartido y ecléctico,

la lenta continuidad deforma la percepción,

el vértigo me mira directamente a los ojos,

me transmite en 3-D un holograma

de un espacio placentero infinito, sin dios.

Las Urracas han descompensado el hábitat,

morirán de éxito en despiadada veda.

fractal