Un día en el lago
El fuego del cielo es solo una medida,
existen muchas otras:
un castillo de formas rectangulares,
un problema de geometría entretenido,
bañarte en un lago entre risas infantiles,
observar la dinámica vital de una pareja joven,
la cantidad de tatuajes que llevan los bañistas,
y cerrar el ciclo otra vez con las nubes anaranjadas.
Sin mucho esfuerzo, olvidas la pandemia,
disfrutas de tu cuerpo al sol,
lanzas piedras que rebotan en la superficie
sin apenas olas del embalse,
una ardilla o un petirrojo son una novedad
en el mundo increíble de los niños.
El camino que rodea el agua tiene la forma de un ojo,
pescadores, parejas solitarias y adolescentes
ocupan su nicho en cada cala,
los peces zigzaguean en el agua transparente de la orilla,
los grupos de homínidos se refrescan;
el día transcurre de forma atemporal en la sombra.
Baile, movimiento, formas geométricas,
son simplificaciones, clasificaciones mentales
para poder transitar de forma ordenada por la vida,
casi todas las sensaciones se procesan por eliminación
de datos superfluos, idealización o demonización.
El castillo había sido destruido para convertirlo en silo,
la circunstancia que lo hizo posible es Historia,
tras siglos de conversiones religiosas y puritanismo,
el lago ha recobrado su pujanza de turismo interior,
allí mirando la superficie dinámica del agua
reconsideras el sentido inercial de todas tus decisiones.
