Poema 370: La calima

La calima

No veo todo lo que debiera de ver,

hoy la metáfora es el polvo sahariano

pero ocultas están las ondas, los silbos

en frecuencias inaudibles para mi edad,

algunas sombras en horarios imposibles,

o el trino de los pájaros en árboles desnudos

silenciados por el ruido de los coches.

No escucho las bombas de racimo,

ni los gritos indignados e impotentes

de los ucranios sitiados, peones de un tablero

en el que sienten que alguien les mueve

o les expulsa de la partida sin permiso.

El frío se cuela por la ventana abierta

como símbolo de una debilidad energética

vulnerando la estructura mental de seguridad

construida con paciencia, ilusamente,

por varias generaciones democráticas.

Un espectroscopio sería lo más apropiado,

o la lucidez suficiente para entender

el perverso y aséptico juego de esa partida

en la que nadie gana, observado todo

desde el punto de vista, a ras de suelo,

de quienes son movidos por autómatas impasibles.

La calima marrón que todo cubre

muestra la fragilidad superficial de un mundo

más inseguro y limitado de lo imaginado.