Poema 228: Noche de agosto

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Las calles de moda en Amsterdam

rezuman fiestas privadas,

ventanas iluminadas sin cortinas

conciertos abarrotados en el canal.

 

En la puerta elevada de su casa

una pareja degusta un vino caro y frío,

charla en un idioma sonoro

prepara su noche íntima de sábado.

 

Todos ríen: la gracia de la juventud les alcanza,

el tiempo por delante es su tarjeta de crédito,

la agilidad de sus muslos torneados en la bici,

la altura tremenda de su generación.

 

Un tenor levanta centenares de aplausos,

desafía la seria laboriosidad semanal,

es admirado, elevado en ese instante por la masa,

se desvanecerá en horas, salvo en la memoria.

 

En una noche única de agosto se han conjurado

la luna, la música, la temperatura y el agua;

sobre el bosque de bicicletas aúlla la conciencia del poeta,

el deseo reconvertido en poema.

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