
La feria de las ilusiones
Amaneces corriendo para acceder a la rutina,
un trote pausado por el pinar
conversando con un pasado lleno de anécdotas,
polvo septembrino, cargado de libertad veraniega.
–¿Y tú qué ilusión tienes? –, me preguntó.
La máquina cerebral comenzó a bucear
en bases de datos olvidadas, en la penumbra
de un recordar mustio y desentrenado.
Mis ilusiones de hoy se ausentarán mañana,
un viaje, una ópera, una cierta continuidad lozana,
un ruido mediático descendente,
el fin de conflictos que no son del todo ajenos,
una risa relajada probablemente efímera,
una feria oscilante de ideas mutantes.
La ilusión del recuerdo activo, de la narración,
la austeridad y sobriedad de las múltiples vivencias,
esa mirada poética que transforma lo ordinario
en una suma de minúsculos milagros coloreables,
un encuadre inesperado y burlón,
convierten cada día en aventuras acotadas fortuitas.
La experiencia dice que si resistes aparece esa llama
vibrante que ilumina el estado mate de tus ojos,
crea circuitos neuronales de alta tensión,
te sorprende en tu minimalismo lírico,
aporta hilos convenientes o proyectos prometedores.
La feria de las ilusiones viene y va oscilante,
a veces extenuada y otras presa de incipiente euforia
moldeando expectativas y costumbres,
enseñoreándose de cada uno de mis pensamientos.
