Poema 362: Pino guía

Pino guía

Cuando el pino guía cayó, todo el bosque quedó amenazado,

nació en torno a su tocón un suave césped,

ya no existe proa en la nave arbolada

y los siete grados bajo cero penetran sin resistencia.

Sin embargo los demás pinos se han fortalecido,

las leyendas en torno al gran timonel han cesado

el tiempo de los héroes es ahora colectivo

y la cantidad de madera del bosque ha aumentado.

Los tablones extraídos del paladín forman parte de una mesa

en la que se sienta el hombre capitalista,

orondo, calvo y vestido de negro de las viñetas de Forges,

una metáfora de la opulencia.

El espíritu del pino ha saltado a este poema,

desde la visión fugaz del conductor cada mañana

el espíritu predispuesto por las Beatitudes de Arvo Pärt

y la mirada poética que nunca cesa.

Poema 361: El árbol seco

El árbol seco

Miro sin cuidado ninguno la escarcha de la helada;

presto más atención a la luna creciente de las cuatro de la tarde.

Me sorprende esa niebla densa que conduciendo

me hace sonreír mientras avanzo hacia el trabajo.

Arvo Pärt me pone triste:

demasiada belleza roza mis nervios expuestos.

Los nueve discos de The Collection van a ser un desierto de tristeza.

Y todo lo mediatizan ojos y risas.

Un mediodía soleado por el que discurre un sendero

hacia el majestuoso árbol seco lleno de pájaros.

Algunas rutinas me proporcionan sensación de continuidad,

días que pueden repetirse hasta el infinito, iguales y distintos:

las tierras de la falda de la montaña, el río apenas entrevisto,

el fuego domesticado dentro de un bidón.

Dentro de unos años los lugares que ahora me son familiares

serán extraños, sonreiré de camino a otra parte:

niebla o mar, o niebla marina o el sol que crea espejismos,

un campo gótico o una tierra entreverada de ríos.

Debería singularizar cada instante, darle máxima importancia,

abrir los ojos, los oídos, absorber todo con mucha concentración,

en ningún caso dejar pasar el tiempo o renegar de alguna acción.

El ruido de las motos de fondo es molesto en la noche,

y sin embargo el campamento motero me llenó de fantasía:

hogueras, fraternidad, amor, cuentos en el alcohol noctámbulo,

cómo combatir los seis grados bajo cero en una tienda de lona.

He leído una magnífica entrevista llena del deseo de la edad,

la sabiduría del éxito y la fluidez escritora,

un modelo de mujer para seguir creyendo en la igualdad.

Poema 360: Cuadro

Cuadro

He montado un cuadro:

una lámina de una obra de Magritte

que traje de Bruselas,

un marco grande que encontré en los chinos,

tacos, escarpias, dos agujeros en el muro maestro.

En la pared pintada destaca sin par,

dejaré un papel en la parte de atrás

que dirá: traído por mí de Bruselas

en un viaje familiar en tiempo de pandemia,

cinco de diciembre de dos mil veintiuno.

Luna, silueta, bola, la casa iluminada al fondo:

cabe un paisaje dentro y cabe un hogar

hacia el que ningún sendero te conduce.

El muro bajo quizás sea el pretil de un puente;

puede que el caballero esté valorando

arrojarse al río.

El hombre del sombrero abre un boquete,

posa el contrapeso en la baranda esquinada

quizás lo llevará en su bolsillo al lanzarse

o es el corazón que ahora late en la casa encendida.

Hiela bajo la luna menguante y las estrellas,

un infinito dentro del infinito,

la sombra de René es un boquete en el espacio,

su propia presencia reflejada en lo banal

simple y característico.

En torsión cuatridimensional el cerebro fuga

hacia las ventanas anaranjadas,

sortea sabinas y pinsapos

hasta llegar a un nuevo abismo

en el que la oscuridad fluye

silueteada de estrellas.

Poema 359: Estático

Estático

Dicen las fotos antiguas

que mi ropa tiene mas años que mis hijos.

Amalgamas de recuerdos se trenzan

en hélices invisibles,

piedras, playas, cuerpos,

el sonido de las olas sobre las ondas tristes

que hoy emito.

Absorbo el sol con el ansia del condenado,

creo ver aún el chapapote bajo el verdín de las rocas

permanezco sentado en una playa cualquiera.

Solo, sacudido por fuerzas amigas

me abstraigo contemplando

catedrales esculpidas por el mar.

Percuten en segundo plano

imágenes de La mano De Dios,

el delirio plástico de Sorrentino.

La meditación es una fuerza intensa

una nube a la que se añaden capas ligeras

hasta que empieza a llover en mi rostro:

hipo, catarsis estremecida, lamentos

de inutilidad mundana.

Mi presencia es frágil en este entorno frágil,

fútil, soportada apenas por la vanagloria

de las líneas que escribo.

Llega el mar ascendente hasta mí

y podría decidir no moverme.