Funeral

La muerte me conectó de nuevo con mi infancia,
con mi adolescencia,
con mis raíces.
El cielo parecía transmitir el desgarro y el frío
que la pérdida dejaba en los presentes.
Nubes deformes, colores de una agonía solar
sobre campos recién sembrados frente al cementerio.
El viaje a mis orígenes me regaló un disco:
Carestini el castrati,
la voz de Jaroussky, pura técnica vocal y bondad.
Mientras conducía por serpenteantes carreteras
evocaba otros viajes en soledad hacia la muerte,
la belleza del contraste con la tristeza,
los meses húmedos de campos baldíos y desiertos.
Fui consciente del regalo que deja en los vivos un funeral:
aprehender cada hierba, cada color, cada sonido,
la consciencia de lo efímero que será todo eso;
y al mismo tiempo, un homenaje al difunto,
el recuerdo amplificado y la desolación y el vórtice
que deja en sus seres más queridos.
La sustancia del funeral es la compañía,
fuerza de unción de voluntades, presencias silentes
capaces de unirse en atmósfera protectora.
Después esa energía se canalizará como consuelo.
