La invasiónIMG_7190

Entra frío a borbotones, como si una mancha

de alquitrán invadiera la estancia,

entran también los colores,

la húmeda atmósfera exterior

el ruido obsceno y discontinuo de los coches,

la belleza de las nubes-brujas que cabalgan veloces.

 

Entra un espacio en blanco en mi mente,

se rellena de recuerdos:

niños coloridos pisando y esparciendo

hojas secas en un parque,

una mirada al bies de ojos sonrientes,

la fotografía que tomé hace unos meses.

 

Ha llegado de repente la magia de noviembre,

el frío que sostiene las calefacciones,

las masas de hojas que no fui capaz de calcular,

un chapoteo infantil en cada charco,

el brillo del sol oblicuo en las ventanas rojas.

 

Me quedo solo un momento suspendido en el tiempo:

voraz leo un poema extenso,

escribo unas líneas sin ton ni son,

aprovecho para ver el último capítulo de la serie televisiva

que comencé a ver sin respiro dos días atrás.

 

Todo es color, extensión, viento, un haz de luz deconstruido,

la esperanza del azul en un intersticio cenital,

una suma de imágenes hermosas,

la embriaguez que aparece tras el dolor capital,

el dulce reposo extinguida toda ambición estética.

 

En un instante la luz ha cambiado,

he fotografiado el poniente por una hendidura en la nube,

se ha detenido el tráfico en una ráfaga de semáforo,

he creído escuchar el cántico espiritual de San Juan de la Cruz,

quizás ha aullado un perro en la Ronda de la Noche.

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