Poema 154: Algunas noches leía cuentos con mis hijos

Algunas noches leía cuentos con mis hijosIMG_20180126_224757

Algunas noches leía cuentos con mis hijos,

creaba un espacio de voces y magia,

marcaba las palabras o repetía tics que les gustaban,

a veces bostezaba y ellos se contagiaban.

 

Los besos reales se escapaban volando,

un dragón era salvado por una princesa de incógnito,

la ovejita rescataba al lobo de su soledad,

la bruja Margarita movía sus orejas con cada hechizo.

 

Eran tiempos felices que aún perduran,

días agotadores de pura supervivencia,

quizás podía desgranar un poema o un relato,

aislarme unos instantes del mundo de los niños.

 

A veces fotografiaba un anochecer

o una luna incipiente y hermosa en el frío invierno,

los muñones de los árboles recién podados,

las sombras y los reflejos siempre cambiantes del río.

 

La cebra Camila aprendía la lección de la vida,

el dragón Zog conseguía su medalla dorada,

el ratón pequeño conseguía burlar al Grúfalo

y el sucio señor García salía volando hacia el espacio exterior.

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Poema 153: Enero

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El humo de la chimenea del asador

distorsiona el color del césped

que al fin debe ser verde tras la lluvia.

 

El sonido de las motos en esta atmósfera gris

tiene algo de aterrador:

los sonidos de los caballos españoles en América.

 

Pesadas cazadoras de cuero, monos impermeables,

el valor de enfrentarse al frío, las hogueras

todas las incomodidades del invierno en moto.

 

Cabalgan o alinean sus motos en comunión espiritual,

símbolo de pertenencia, comunidad,

la fraternidad del frío y el motor de explosión.

 

Una cierta irrealidad de fin de semana,

vorágine de horas sin dormir, sudor, frío y alcohol,

la masa motociclista asume el poder de la muchedumbre.

 

Dioses admirados por su cabalgadura,

disfrazados de seguridad bajo sus cascos relucientes,

forman un espectáculo digno de aplauso y fotografía.

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Poema 152: En el litoral de las Cerrias

En el litoral de las CerriasIMG_20180101_121743

Cada piedra en el camino del acantilado

retumba en mi cabeza,

mi lengua pastosa

aún recuerda los excesos del fin de año.
Al llegar al mar

mis pulmones se ensanchan al fin.

Ha llovido más que el fin de año

y la playa nudista está totalmente desnuda.

 

Leo versos terribles en un libro rosa.

 

El sol cambia el color de las dunas.
Viento y olas,

el espectáculo de oleos de Turner en la bruma.
Una pareja,

ajena a mi presencia lectora,

se desnuda y se acerca vacilante

a las olas de la orilla.

Ese baño sella su amor por este año.

Enormes masas de agua les hacen retroceder,

mas han completado su inmersión.
Dice Helder:

“Espero que o amor enleve a minha melancolia.
E flores sazonadas estalem e apodreçan
Docemente no ar.”

La muralla de agua

con los picos nevados al fondo

atrae a los paseantes y ocasionales fotógrafos.
Permanezco leyendo para purificar el año nuevo.IMG_20171231_115430