Poema 127: Ruinas

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Los días son vidas enteras en sí mismas,

podrías recorrer el mundo en tu ordenador,

visitar tal o cual museo, biografía,

imágenes, movimiento, luz, temperatura,

acaso el olor se te sustrae todavía.

 

El viaje aún no es viaje, es ilusión,

incertidumbre ante detalles técnicos,

imaginación, ropa, utensilios,

momentos inconexos sin continuidad:

se puede obviar la fatiga, el sueño, el despertar.

 

Asociarás o recordarás una puesta de sol,

o celebrarás el final de un camino en unas ruinas

antiquísimas, la magia de la Historia,

el encuentro para medir sus fuerzas

sepultados por siglos de supervivencia.

 

Pequeños tótems turísticos, museos,

atracciones y trampas para no iniciados,

esfuerzo por llegar a un lugar sagrado:

serás recibido por el calor real y el polvo,

por el barullo y el desorden y el hormigueo humano.

 

Y sin embargo la abstracción, un instante de duda,

visualizas un discóbolo en torsión, o una venus

gracias a escultores y coleccionistas,

eres un producto de tu cultura turística,

un consumidor de relatos limados y amplificados.

 

Rescatarás de tu olvido cientos de fotografías,

buscarás ángulos y enfoques, la luz,

sombras en las que detenerte a contemplar

el esplendor y la decadencia, las pasiones,

la futilidad de la victoria o de la derrota olímpicas.

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Poema 126: Viaje

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Expectativa de vuelo, barco, mar,

de otra luz, de otra forma de ver

el diseño fractal de la costa.

En tus ojos está la diferencia,

atisbas detalles, sonidos, olores,

la luna nueva no brillará en el mar Egeo.

Grandiosidad, muchas maravillas,

mucha gente, muchas ruinas, mucha antigüedad,

el viento de la historia y la destrucción.

Colores y atmósfera, cambiantes

según la luz del día, un verso recitado por un muecín

se confunde con una llamada a la oración.

Poco a poco, día a día, la ilusión se apodera de ti,

te llena de preguntas, revive otros viajes,

maravillas de oriente, tránsito.

Almacenarás recuerdos, rincones, soledad

en medio del bullicio, un verso que seas capaz

de llevar a un papel, una sonrisa de alegría.

Si eres capaz de traspasar algunas capas superpuestas

atisbarás voces y luchas, una civilización

dominante en el Mediterráneo.

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Poema 125: Piernas divergentes

Piernas divergentes

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Fuga a raudales de sonrisas:

perímetro de meridiano que trazas

con infinita paciencia, con pulcritud de metrónomo,

línea combada al son del verso.

 

Banda de Möebius, teclas de piano

besadas por el carmín que se adapta

al arco de mis dedos, el espacio gana al plano,

indiferencia de dientes blancos.

 

Imágenes, raudales de ellas, blanco,

rojo (destello leve), negro rectangular,

la monotonía melódica sobresaltada

por el peligro inminente de un beso.

 

No es de aquí, fue de otro tiempo;

la imagen reconstruye con regla y compás,

curva y embelesa, moldea en órbitas celestes

la línea recta original, el piano manchado de rojo.

 

Ironía, fuga de sonrisas:

la órbita completa del poema,

la escritura continua hecha y deshecha,

amor alejado del poema, piernas divergentes.

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