Poema 80: Pelo rojo

                  Pelo rojopagoda poema 80

Libros basura inundan las puertas del kiosco,

los palomos copulan sobre la enredadera

en un escándalo de plumas y hojarasca,

el avión pintado en la pared

apunta a la pagoda del tejado hundido.

Sordidez. Los dueños se aprestan

a cruzar sus perros, ella

busca la postura correcta, gesticula

ágil bajo su pelo rojo.

Solsticio de luna llena, magia

en el aire al fin cálido, olor a cereal;

camino con pesadez observándolo todo,

consciente de mi barba de dos días,

de mi atuendo poco apropiado.

He encontrado la corriente de aire

cálido que me puede transportar

por encima de mi aspecto,

el pensamiento crítico, la palabra exacta,

la voz que obliga a ser escuchada.

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Poema 79: Difuntos

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Escucho el terrible testimonio

de su propia muerte,

-que esta vez no fue-

cucarachas y arácnidos

en la pared impoluta de la UVI,

el sonido de la tapa del ataúd,

el hombre lo cuenta con humor

y resignación impotente.

 

El recuerdo de las voces de los muertos,

me persigue más allá del cementerio,

voces sarcásticas o animosas,

la voz suficiente de los mayores,

el pitillo en la mano, que los fulminó,

las historias desgranadas entre risas,

sus ganas enormes de abrazar la vida.

 

Pedaleo con fuerza entre las flores,

me alejo de los difuntos,

mas los llevo conmigo en el magín:

uno porta a sus muertos con indiferencia,

conocedor de futuras lágrima internas,

de la lucha desigual de la creatividad

contra una muerte cierta y aplazada.

 

La ilusión de la savia joven,

el cíclico renacer de los campos,

el trampantojo de la fuerza muscular,

la pátina costante de olvido,

todo me insufla energía, risa,

Carpe Diem, voluntad de disfrute,

la maravilla aparente de la belleza.

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Poema 78: voces

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Locura transitoria, indistinguible

en medio de la belleza.

Voces onomatopéyicas, agua y más agua,

degradación moral y miedo

interno a tus propios actos.

 

Voces impostadas de actor

cuando ya apenas hay público,

nubes de desorden,

danza ejecutada ante la cámara

potencia muscular de apariencia sexual,

ritmo y golpeteo, los ojos

concentrados en la vida interior.

 

Voces exhaladas con apenas ya

un hálito de vida, la barba

no se resiste a crecer en el rostro moribundo,

los ojos no saben donde posarse.

 

Voces a la deriva, desesperadas

surgen de una niebla marina,

encogen tu corazón,

miedo a los límites

incógnitas de la moral superviviente.

 

Voces rítmicas, la repetición inane

de una casette,

el aullido degenerado en ronquera.

 

Voces sedientas de otras voces,

voces nutricias, una inflexión familiar

en medio de la distorsión turbulenta,

conoces e ignoras, el extraño

tan conocido no es tu alter ego,

es una entidad capaz de fantasmas,

es una otredad reptiliana

repleta de fuerza y deseo.

 

Voces del inframundo en tu sueño,

puertas y puertas que te llaman

por tu nombre, todas terribles

iguales en blancura grisácea.

 

La voz animal dicta sentencia,

produce una perturbación

en la superficie de la piel,

eriza el vello, contrae todo tu cuerpo.

 

Voz del averno, voz dramática,

la voz que atrae al suicida,

todos los vicios y todos los pecados

en la voz inflexionada,

en la puerta del cuerpo y del alma.

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