Belleza
Miro y vuelvo a mirar,
mis ojos seguro que me engañan,
amplío y amplío y observo
los rasgos hermosos, la fotografía
solarizada de un rostro de mujer.
El tiempo efímero de mi retina,
la sugestión de lo que se oculta
tras una mirada o el tacto, ya imposible,
de una piel, el deseo estalla,
denso y erótico, podría moldearse.
Aún no he contemplado sus fotos desnuda,
hoy ya arte, seducción impresa,
objetos de museo, de contemplación,
difundidas por internet al detalle,
cuando el futuro era imposible de predecir.
Percibo detalles, aquí y allá, poses,
la búsqueda de una historia previa,
cada foto es un poema brevísimo,
elíptico y subyugador, pleno de belleza,
de un cuerpo creado para el arte.
La forma de un pezón, el dibujo
de líneas de campo magnético en la piel,
la torsión del cuerpo sin rostro,
estimulan toda mi sensibilidad atrofiada,
despiertan el ansia creativa.
He disfrutado del descubrimiento,
cada instantánea ha buscado su acomodo
en los intersticios de mis circunvoluciones
cerebrales; ya forman parte de mí.
Celebro con gozo mi nueva forma de mirar.










