El mundo invisible
“The tiny invisible spores in the air we breathe,
that settle harmlessly on our drinking water
and our skin, happen to come together
with certain conditionson the forest floor”
Del poema “ Morir” de Robert Pinsky

Pequeñas esporas se posan por doquier,
penetran en cada poro. La piel
se ha llenado de micro-partículas,
las cenizas de un crematorio,
el absurdo polvo transportado
por una mosca coprófaga.
Un cierto horror invisible, una muda
mañana de diciembre.
La magia de las fechas se diluye
día a día; se encumbran tardes
erigidas en míticas por su morosidad
por la luz límbica, ora onda, ora partícula,
quietud, lentitud, susurros, formas.
Por cada orificio del cuerpo penetra
esa niebla matinal, el frescor apenas
soportable, en su belleza, de la poesía
experimental de una chica de diecisiete años,
magia de palabras y sentimientos,
voz llena de imágenes, fotografías
elevadas al arte del acompañamiento.
Una luna al cincuenta y uno por cien
de su luminosidad, se recuesta naranja
en la noche de focos y ausencia:
uno es consecuencia de todo
lo que adquiere sin ser consciente de ello,
se alimenta de cada partícula, palabra,
sustancia imperceptible, detalles
desapercibidos, volcánicos, mágicos,
conceptos volátiles y voces amigas.
Mi propia esencia vive en alguna parte
incorpórea, sutil, elegante; convive allí
con miríadas de ideas, con imaginación,
con música deseada, rodeada
de fuerza invisible, de la luz creciente.

Mes: diciembre 2015
Poema 57: Los colores del domingo
Los colores del domingo
Muda poesía en un día crudo de diciembre,
lees fragmentos en un inglés deslavazado,
observas las ventanas abiertas
de un calendario de adviento:
los niños cada noche ensamblan las piezas.
El cuarto de baño es mi oficina privada,
el lugar de las ideas, de las revistas
amontonadas, el inicio de un verso,
cuaderno de tapas negras, un boli
la conexión con el mundo vía wifi.
El paisaje a través de los ventanales
carece de color: niebla, grises,
el color del frío o de las lentas expectativas,
el río, masa de agua verdosa,
tinieblas entrevistas corriendo sobre un puente.
Un paseo para comprar el pan, el periódico,
para fijarme en las pequeñas maravillas
cotidianas: la impronta de una hoja enorme
y amarilla, ya barrida, sobre el suelo enlosado,
un logo rojo de perfecta simetría.
La mañana del domingo se fragmenta
en espacios inconexos, mi mirada
los amplifica hasta el infinito, los exprime,
palabras, un verso leído aquí o una palabra
allá: “scattered”, ochenta y dos millones de resultados.
Sonrío ante la lectura de un poema,
imágenes, voces, tiempos remotos, infancia,
tormenta de ideas frescas, palabras vertebradas
en torno a una dispersión de la imaginación,
un necesario hilo que hilvane el conjunto.

Poema 56: Arte
Arte
Sobre la caja de flores pastel,
se amontonan revistas y suplementos,
en ella hay trapos sucios de betún,
cepillos, un pequeño cilindro metálico
con grasa de caballo.
Hojeo una revista masculina, plagada
de publicidad: relojes caros con su maquinaria
desnuda, perfumes altamente seductores,
automóviles de alta gama. El fotógrafo
ha diseñado las sombras perfectas
sobre el hermoso cuerpo de mujer
desnudo que cubre su pelo con una toalla
de colores apabullantes.
Es un domingo de diciembre. Tu imagen
en el espejo muestra tu barba de dos días
quizás ya invadida por las canas.
Admiras en otro suplemento las respuestas
de la escritora comprometida. Aquí estás
a salvo de un peligro físico. Confort y despilfarro.
La foto de la mujer de la toalla sigue llamando
a mi mente ávida de arte: Benjamin Askinas,
busco y encuentro su trabajo en la red.
El lujo contrasta con todo cuanto escuchas
o lees, refugiados, fusilamientos, ahogados,
el horror vacío de un apartamento arrasado
en Chernobyl, la pesadilla de una guerra en Siria
que no cesa. Es un lujo creado, inalcanzable
un arte de intensa provocación al que intentas
imitar con tu mirada mortal cultivada
en el otro arte: sobrevivir, musitar, permanecer.
