Escaleras
La voz no me precede,
es el pensamiento.
Insisto en el arte de mirar,
el aire fresco de la mañana
en el que flota aún una conversación
nocturna, ya desvaída, ya inutil.
La golondrina agazapada en el palo,
hipnotizada por la pared recién encalada,
el deseo sesteando en la planicie
de rastrojos desdibujados por la calima.
Cae la gota una y otra vez; no la detengo,
árboles, más árboles, la tierra explotada
parece rejuvenecer: el lecho arenoso de un río,
hojas hijas del árbol, polvo en el viento fértil,
humus. Aquí existió un pueblo, construcciones,
llantos, coitos, oraciones, latrocinios.
No hay paz, ni gloria, sólo ascenso, aprendizaje.
La pluma del ave permanece, el presente se extiende
como una meseta entre dos ríos. Una grieta
desciende hacia el valle, hay una vista magnífica,
sin embargo las laderas están horadadas por miles
de conejos simpáticos, una enfermedad desconocida
seca los almendros. Unos cuervos de enorme
envergadura, trenzan las trayectorias de mi vista:
mi cultura cinematográfica salta de un hemisferio
a otro, miedo y belleza, el vuelo rasante de fortísimas
alas batidas: confío equivocadamente en mi mente.
Estoy acercándome al centro fútil de mí ser,
buceo a ras de suelo con fuerza en las brazadas,
soy el águila inmóvil posada en la señal verde
de cambio de provincia, dios de días felices,
demonio degustador de todos los placeres:
recito al viento abrasador de cara la letanía
inacabable, el relato rememorado, reconstruido
de mis vicisitudes humanas, las voces prohibidas,
las ocultas, fragmentos aprendidos en otros ojos,
elaboraciones hiperbólicas, un mundo inexistente.
Recito con voracidad, apenas me detengo a leer
las señales, los signos, la suma de voces que me
otorgan mi voz, la presencia excelsa y hermosa
que me sostiene en equilibrio: altura de vértigo,
inocencia recuperada, mirada penetrante al mundo,
impotente ante tanta maldad mentecata o inteligente.
Al final del pasillo de las incontables puertas,
aparezco. Esta vez sí. No es el sueño perturbador,
es mi destino centrípeto, ascendente, deseo recuperado,
ansia y fin y penumbra de luz velada, consciencia
de este presente elongado en un verde rutilante.
