Poema 129: He ascendido

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He ascendido hasta lo alto

de la Cañada Soriana Occidental.

El ascenso es vertiginoso,

cubierto de sudor escalo por las rocas.

 

Estas piedras ya existían, no el embalse

espejo minorado por la sequía,

sí estas y otras zarzamoras,

las ovejas darían buena cuenta de ellas.

 

El roble bajo el que me siento.

cobija una gran piedra-mesa;

es en realidad un balcón al valle del Ambroz

y a la sierra que corona el Pinajarro.

 

El día está caliginoso y no se ve más allá,

escucho centenarias esquilas irreales,

el grito rudo de los pastores, silbos y gruñidos,

veo el brillo de la navaja que corta el queso.

 

Moscas en torno al sudor, debió haberlas a millones,

huele a hierba de los prados colindantes,

un jilguero y un gallo lejano engañan al sonido de la autovía,

pueblos blancos entre la masa arbórea.

 

Un vacío histórico y una soledad placentera

me causan sensaciones contradictorias,

me siento minúsculo y a un tiempo inflamado de ideas

de deseos, del esplendor de la edad madura.

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Poema 115: Descenso

Descenso

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Durante el descenso, los robles

tienen formas grotescas, siluetas

terroríficas, decenas de brazos desnudos

que tratan de abrazarte.

 

Representan la oscuridad

frente a la luz poderosa del sol

que refulge abajo, en el valle del Ambroz,

en un pantano de ramas brillantes.

 

El embalse de Gabriel y Galán

es un fractal luminoso,

aparece en cada curva a la izquierda,

aparenta una vastedad infinita.

 

El roble terrible, rima en asonancia

con los canchales dejados por la nieve

en la cima verdosa de la montaña,

es el gigante vanidoso de los cuentos infantiles.

 

Varias sierpes después, la carretera

muestra los brotes incipientes en los castaños,

la primavera pujante, la savia

emergente sobre la rigurosidad montana.

 

La luz se filtra entre las ramas,

deslumbra al conductor, le desorienta,

es un ácido lisérgico actuando sobre su mente,

una lámpara poliédrica de discoteca.

 

La llegada a las huertas y las fuentes

serena el ánimo, devuelve la confianza,

lejos los terraplenes y la vista del fin del mundo,

los demonios petrificados de la cima.

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