Politics Words

Cualquier fanático se sube a una atalaya;
con frases rudimentarias cacarea consignas,
reenvía tuits xenófobos,
apela a un nacionalismo cutre.
Insulta como fue insultado en su infancia,
cree conocer la Historia por sus lecturas sesgadas,
eleva el tono para acentuar lo huero del mensaje.
La propaganda amplificada le contrae la inteligencia:
soniquetes falso-egoístas, miedo a la otredad,
a la lectura sosegada y lógica;
el individuo ultraortodoxo pule la rabia en su interior,
trata de imitar la forma explicativa de un complejo
que se maximiza al tratar de eliminarlo.
La palabra igualdad suena a comunismo de Gulag;
social es un vocablo que destruye la propiedad privada,
desahucio, llena bocas y militariza su hemisferio derecho,
democracia es una singular forma de terror.
El individuo revisionista se cree su contumacia:
incontestable, dice entre incoherencias sintácticas,
ignora lenguas oficiales o sutilezas constitucionales,
supura rencor cuando pronuncia terrorista,
renueva el oxígeno de sus pulmones con bandera,
patria, monarquía; con ellas expele catadura moral.
Existen palabras que desprecia: tolerancia, amistad,
respeto, cariño, humanidad, inmigración, desigualdad.
Desde la atalaya, se afana en gritar:
–no me trajo aquí la razón, sino la violencia–.
