Poema 434: Viernes Santo

Viernes Santo

En el aire de esta primavera florida

están los pájaros devoradores de flores

perseguidos por mi padre el día de su cumpleaños.

Leo poesía desconsolada, corpórea, enferma,

angustiada de vivir en una enfermedad imaginada,

mientras un rayo visible me enfoca a Leonora,

el monumental canto del catálogo:

los días que se vuelven mágicos en el recuerdo.

La descripción tamizada por el intelecto

es un arma poética impagable,

hipocondría mejorada, decenas de detalles hogareños,

recuerdos, el aleve pensamiento inestable

que pasa y ya no será recordado.

Vienen imágenes nocturnas de desfiles,

de penitentes descalzos con los hombros magullados

por el peso de esculturas centenarias,

un bobo inútil y anacrónico presidiendo la talla suprema,

mejorando la tesis en la que me reafirmo

sin haberla terminado: isla cultural aquella SEMINCI.

Reflexiono sobre el sentido de comunidad,

de pertenencia y sentimiento fraterno,

un sentido vital oculto en la palma de la mano,

colores y costumbres que perduran

destronadas por la seguridad social universal.

El capirote que posee el poder de parar y reanudar,

brilla con todo su esplendor en la masa uniforme:

horas estáticas de peregrinación

en caminos repetidos unas decenas de veces.

Música y arte popular, expresión coral consuetudinaria,

silencio y respeto, más allá de las creencias.

El movimiento ingente de voluntades

induce pensamientos de colectividad evolutiva.

Poema 162: El espectador

El espectadorIMG_20170414_204911

Silencioso observa desde la acera

el acompasado movimiento de encapuchados,

configuración estética de hermandad,

roces inútiles de sotanas contra el suelo embreado,

reflexiones íntimas en el frío castellano.

 

El deseo oculto de cada uno

es la renuncia a su rostro, el anonimato,

la fusión en una colectividad estructurada,

una justificación mental

a ciertas disonancias heredadas o aprendidas.

 

Ha aprendido a mirar,

a observar cada detalle como si fuera una película:

encuadres, cartas aisladas en un atlas

susceptibles de ser fotografiadas,

la luz exacta de la exposición en las largas filas.

 

Museo o anacronismo carnavalesco,

arte o catarsis colectiva,

la libertad de ir encadenados en procesión,

el sometimiento de la individualidad a la masa,

seres anónimos silentes y ociosos.

 

El espectador se sabe parte necesaria del juego,

es escudriñado por cientos de ojos

asomados a los orificios del capirote,

evaluado y juzgado: turista o paseante,

ocioso voyeur de otro sistema planetario.

 

Debajo de su apariencia están desnudos,

ascienden sus pensamientos en espirales liberadas:

muerte o rutina o ignorancia,

o deseo y una suma inapropiada de perversidad

que aguarda el momento de ser liberada.

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