Polígono semiurbano

Las crisis del ladrillo más la pandemia
han llevado al polígono semiurbano a la ruina.
Permanecen las fachadas, como en la canción de Mecano:
la cara vista es un anuncio de Signal,
la cara oculta son cristales rotos,
okupas que pasan frío, ratas, maleza y desorden.
Hay cables que se cruzan aquí y allá,
Suciedad, muchas gasolineras sin que nadie las atienda.
Algunos atisbos de esperanza:
un cielo sacado de una película americana,
talleres, un rocódromo, dos hipermercados.
La ruina es el paraíso del fotógrafo
acostumbrado a flores y los colores del otoño.
Imaginas una chabola de madera
oculta en el edificio sin cristales,
sombras que se mueven en busca de electricidad,
un atlas de pequeños paraísos efímeros,
dolor y resistencia,
quizás los más preparados ante un desastre mundial.
Tratas de no verlos, como ocultas a tu mirada
las miles de cucarachas bajo la tarima impoluta
del suelo de tu casa.
Cuelga la ropa tendida en una cuerda catenaria
allá donde reverbera la vida.
Las sombras viven una Navidad diferente.


