
The Wind
Mucha expectación y el paraguas SEMINCI,
afuera llueve y el público es diferente.
La orquesta se comprime sin apenas vientos,
mucha percusión y cuerdas graves,
un piano de continuidad.
El espectador se debate entre la imagen,
–poderosa, nítida, casi centenaria–
y el sonido cronografiado de la música:
vuela el segundero digital del director
con máxima concentración orquestal.
El viento y la arena angustian al público
lo introducen paulatinamente en la cabaña,
y no lo abandonan hasta el éxtasis final.
En el baile palmean los percusionistas,
alegran la precariedad social de los colonos:
suciedad total y resiliencia.
La tensión presexual tras la boda es magnífica,
también las elipsis más desagradables:
el nuevo lenguaje narrativo fílmico
había alcanzado la cumbre del cine mudo.
Arte y antropología, veracidad y música,
una fusión sublime y magnífica del pensamiento,
una elevación del espíritu pionero,
inspiración poética total en la amalgama de los sentidos.
