Objetivo
Apuntas tu cámara
como si fuera la mirilla de un rifle,
disparas: has capturado la imagen,
ya es tuya, te has apropiado del alma
del objeto;
extraes y contemplas la belleza,
la editas, la amplías, la diseccionas,
muestras tu trofeo en una red social.
Puedes, por ejemplo
obsesionarte con la luna,
con una puesta de sol
o con los aviones grafiados por un artista anónimo,
puedes buscar la captura del otoño
o el detalle de una cabeza de gallo.
El objetivo te acerca al placer del disparo
sin muerte, sin violencia,
podrías robar un desnudo a distancia
o introducirte en la intimidad de un hogar,
vislumbrar los mares de la luna,
estudiar la geometría del reflejo de un insecto en el agua.
La civilización es una fotografía:
sustituir la captura y la esclavitud,
la atenta búsqueda poética de la belleza,
la concentración del depredador
en su trampa de luz, de velocidad del obturador,
de aguardar el momento exacto de la detonación.
