
San Martiño de Mondoñedo
Ahí está el compendio de la imaginación poética
del gran escritor en lengua gallega Álvaro Cunqueiro:
el obispo Gonzalo Froilaz fue en busca de la ballena
que se amansaba al toque del campanario,
toda la estirpe de San Rosendo con su genealogía
o los nombres míticos de Bretoña o Mendunieto.
Gonzalo entró en la boca del cetáceo
y salió de allí con la imagen de la Virgen de Vilaestrofe
antes de que la ballena volviese al mar de San Cibrián.
Cunqueiro inauguró la renovación basilical
el día de san Martiño, un lustro antes de su muerte.
Los canecillos cuentan muchas historias medievales:
el “hombre martirizado” auto retorciéndose el cuello
nos hizo reír casi tanto como el músico onanista.
Llegar a la catedral en bicicleta, ascenso-descenso intenso,
predispone al visitante a recibir una emoción inmensa,
los enormes contrafuertes, las defensas,
la maravilla expositiva en un itinerario delicado y excelso
interpretando una construcción emblemática.
Todos los milagros eran allí posibles,
una zapatilla hace brotar una fuente,
o un gesto obispal con la mano
hunde barco tras barco del invasor normando.
Se hizo la luz en las lecturas de mis veinte años.
