En la fraga oscura, verde y agua;
declamo en la piedra el fin
del estado ruinoso, del hambre
de poesía asíncrona.
Un vendedor de palabras,
un ufano compositor, tararea
su música mezclada con el correr
cantarín de las aguas del molino.
El fotógrafo encuadra, perfila
trata de domeñar una luz de fraga,
insuficiente o brillante, luz de helechos
no para cualquiera, no para cualquiera.
El filósofo está a miles de kilómetros
de allí, reaparece un instante
para indicar con suavidad al niño
el peligro que existe en la baranda del puente.
Un cantero observa con mimo
las marcas profundas en la piedra,
una pe, una sierpe, un ancla,
el día del recuento sería un día de gozo.
Un creador maravíllase del lugar,
de la piedra, de la geometría de los ríos
que confluyen; tantas manos, tanta ausencia
de planificación en esa perfección.

