Sala de exposiciones

Miseria y luz, o ladrillo evolutivo
como si fuera un cerebro humano,
el peligro que siempre viene de los otros,
y entre tanta maraña de humanidad
el arte, el juego geométrico,
el pensamiento elaborado y poético
de un fotógrafo mago, creador
de caminos neuronales ambiguos,
allá donde el reflejo
aporta un punto de vista propio
y la fotografía es ya tu fotografía,
e incluso el marco eres tú.
En una capilla reconstruida
se han tejido hilos sobre ruinas;
en ellos juguetea la luz en haces
de líneas proyectadas en seda.
El visitante busca ángulos y vislumbra
planos formados por familias de rectas
indiferente a los morados de los focos.
En un árbol florecen letras y su significado
te habla a ti en ese instante de paz,
en el hueco mental que abres a la belleza
y al arte visual.
Destaca sobre todos los montajes el color,
la ropa tendida, los cables
el desorden urbanístico superpuesto,
ese ladrillo que ocupa todos los espacios
de una fotografía modesta y llena de vida
en la que la única persona parece una estatua.
Al salir, el toque de queda obliga a conectar
la lluvia con tu rostro sonriente.
Subes la capucha de tu sudadera y aprietas el paso.
