Poema 345: La máquina aleatoria

La máquina aleatoria

Tengo preparada la máquina de hacer poemas,

la engraso cada día,

busco los ingredientes, las imágenes,

y sin embargo no siempre funciona.

–Es random–, diría mi hijo,

inspiración, decían los antiguos,

predisposición mental o estado de ánimo,

puede llegar a pensarse,

y sin embargo hay un trabajo oculto, soterrado,

y existe el instante en que prenden unos versos

y una línea clara abre el poema.

Después, a veces en forma de avalancha

y otras de paciente construcción

fluyen las palabras, la prisa, la máquina,

se encienden los motores

y el torrente es ya imparable.

Quizás el poema que leo cada mañana

es una pieza de la maquinaria,

o la mirada atenta al espectáculo cotidiano

dentro y fuera de los muros del hogar.

Otras veces se llenan los ojos de color, de belleza

pero nada fluye,

no hay ruptura, ni corriente, ni vocación,

los estímulos y la motivación son minúsculos,

la batería de la máquina parece agotada.

Y repentinamente la ola sube y sube,

las palabras se agolpan, las metáforas,

algunas exageraciones y la fuente cantarina

del interior vuelve a manar,

corre ya imparable por la pradera

reverdece cuanto toca y lo dota de vida.

La tecnología de la máquina es cada vez

más avanzada,

simplifica los procesos, depura insustancialidades,

suaviza los ruidos y acorta los tiempos,

proporciona satisfacción en el proceso

y alegría tras el resultado final.