
Ruinas
Aquella cabaña de adobe que una vez te cautivó
es ahora una ruina,
dentro de poco será un vestigio abandonado
volverá a ser parte de la tierra.
El pozo quedará al descubierto en un rincón,
un residuo de la edad que castiga tu cara,
tus músculos, la velocidad del pensamiento.
Los tiempos de esplendor han pasado,
la fealdad invade los solares descuidados
al igual que los recuerdos.
Los árboles no son iguales, ni las personas
ni tampoco los animales.
Algunas casas mantienen aún la forma
con la que fueron construidas hace cien años.
Entretenido en estas ocupaciones estéticas,
llegan imágenes terribles de la guerra:
cadáveres, destrucción y chatarra,
como si aún ignorásemos que no era un videojuego.
La ruina moral de quien ve su vida comprometida
no atiende a nostalgias y abandonos.
Se detiene el tiempo y entonces surge una melodía
de pájaros que se requiebran y envanecen,
música para el oído tras un silencio atroz e inmarcesible.
El horror son solo imágenes televisadas
que apenas interferirán en tu vida diaria.




