Barrio Rojo
Una mano cubre un pecho dorado
en medio del Barrio Rojo de Amsterdam,
lo que era singular ahora es indigno,
lo que era permisividad, ahora es sometimiento.
El dinero por encima de todas las cosas,
una huida hacia delante, libertad
por encima del humanismo o la igualdad,
el brillo dorado de la estética que todo lo tapa.
Las mujeres de los escaparates son exóticas
con pechos abundantísimos y poses cansadas,
entre el tumulto turístico de bebedores sin freno,
de risas bastas y enormes masas de carne.
Un atractivo turístico o un reducto del pasado,
una ignominia o la conquista de algunos derechos,
preguntas que nos definen como humanidad,
que nos alejan del ideal de justicia y bondad.
Pero no es un espectáculo para los ojos del turista,
es una realidad de carne y hueso
que al caer la noche mueve dinero y voluntades,
convierte el sexo en oficio y lo despoja de humanidad.
La ciudad es un zoológico de múltiples visitantes,
demasiada población flotante para museos y arquitectura,
el reclamo de drogas y sexo
acerca a la humanidad al machismo ancestral.
