
El museo
Un oasis incluso en un pueblo que rezuma cultura:
ha conservado su barrio judío,
organiza jornadas culturales y conciertos,
y mantiene una espléndida biblioteca y algunas librerías.
El museo Pérez Comendador-Leroux
ocupa un hermoso palacio bisecular,
se abre a un jardín romántico con cenador
un lugar de reposo idílico para leer
al pie de una fuente cantarina sobre una pilastra.
Recordaba de visitas anteriores el lugar
como un homenaje casi exclusivo al gran hombre,
escultor prolífico de desnudos, conquistadores y santos.
La grata sorpresa fue la integración en igualdad
de la pintura de Madeleine Leroux:
ya no es musa y esposa, sino gran pintora de viajes,
detallista magnífica, artista revalorizada.
Entre desnudos escultóricos bellísimos
y figuras ciclópeas y colosales de Enrique
se abre paso un delicado autorretrato de Madeleine
por cuya voluntad, trabajo y tesón se abre este museo,
lugar de encuentro y comunión y diálogo
de las obras de estos dos grandes artistas.
