Ondular
En el reverso de la tarde ya no sopla
el viento, no atardece, no avanza
si no en el ondulante modular
de una falda corta, desafiante,
horas y horas de luz y sol radiante
para los lastimeros herederos del invierno.
En la furia contenida durante horas
despliegas toda la pasión, la ensalzas,
volteas tus propios pensamientos
para elevarte por encima de tus expectativas
carnales, de tu conocimiento escaso
de tu propia lucidez, ya ocaso o continuo ondular.
Asideros de la razón, monstruos
de vida disoluta, la calle, el lugar
en el que se desarrolla el espíritu
enfermo y el tedioso y el anquilosado
transcurrir de jubilaciones decrépitas.
Allí donde todo sucede oscila el tiempo,
se deforman las siluetas a la manera
de ciertos cuadros de El Greco,
el mismo dolor solar en la hora del ocaso,
luces y tinieblas entremezcladas.
La paleta de la vida, el color del tedio,
ejercicio de moda, correr y correr,
coloridos atletas repletos de grasa,
fumadores empedernidos, suicidas
que aún vuelven la cabeza ante un ritmo.
Duele en los ojos el secreto de la belleza
oculta meses y meses, cuidada,
embadurnada de cremas hidratantes,
el caminar sinuoso de unas caderas
capaces de hacer levitar todas las miradas.
La piel prohibida, la creencia en sí mismo,
autosuficiencia que no es tal, necesitada
de admiración, de giros imposibles
de cabezas ante el taconeo tan peinado
de un pelo ondulante y sedoso en primavera.
