Poema 66: Ondular

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En el reverso de la tarde ya no sopla

el viento, no atardece, no avanza

si no en el ondulante modular

de una falda corta, desafiante,

horas y horas de luz y sol radiante

para los lastimeros herederos del invierno.

 

En la furia contenida durante horas

despliegas toda la pasión, la ensalzas,

volteas tus propios pensamientos

para elevarte por encima de tus expectativas

carnales, de tu conocimiento escaso

de tu propia lucidez, ya ocaso o continuo ondular.

 

Asideros de la razón, monstruos

de vida disoluta, la calle, el lugar

en el que se desarrolla el espíritu

enfermo y el tedioso y el anquilosado

transcurrir de jubilaciones decrépitas.

 

Allí donde todo sucede oscila el tiempo,

se deforman las siluetas a la manera

de ciertos cuadros de El Greco,

el mismo dolor solar en la hora del ocaso,

luces y tinieblas entremezcladas.

 

La paleta de la vida, el color del tedio,

ejercicio de moda, correr y correr,

coloridos atletas repletos de grasa,

fumadores empedernidos, suicidas

que aún vuelven la cabeza ante un ritmo.

 

Duele en los ojos el secreto de la belleza

oculta meses y meses, cuidada,

embadurnada de cremas hidratantes,

el caminar sinuoso de unas caderas

capaces de hacer levitar todas las miradas.

 

La piel prohibida, la creencia en sí mismo,

autosuficiencia que no es tal, necesitada

de admiración, de giros imposibles

de cabezas ante el taconeo tan peinado

de un pelo ondulante y sedoso en primavera.

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