
Libros
Abro un libro triste, de despedida,
con la alegría primordial
de encontrarme el marcapáginas de mi hija.
El escritor maldito dejó un libro
terrible y sin embargo fascinante.
Leer un poema me cambia el tono del día.
Los miro, apilados, algunos con polvo,
son un tesoro, una promesa de buenos ratos.
Me vigilan, su presencia es estética,
orden, la estructura del mundo que me rodea,
múltiples ventanas, caminos, esperanzas.
En un tiempo recobrado de primavera
ansío encontrar un hermoso lugar en el campo,
desplegar mi silla y sentarme a leer,
levantar la vista un instante y absorber el verde,
llenarme los pulmones del despertar del cereal.
