Ola de frío

El Papá Noel hinchable de la puerta del chino
se inclina con el viento del norte
llegan aires de nieve, la primera borrasca del invierno,
una pátina gélida que cubre las calles desiertas
por la pandemia y el toque de queda.
Centros comerciales cerrados, bares cerrados,
los mismos imbéciles desafiando las normas;
los más listos, los que tienen derecho a todo
a cambio de nada
llevan la mascarilla a modo de disfraz.
Llevo una vida modélica en las redes sociales,
blanca, atractiva, bella,
basada en dotar de continuidad a instantes hermosos,
a no pensar demasiado ni ser extremista:
hoy he fotografiado el ocaso, ayer el frío matinal.
Puedo sostener ideas e intuiciones,
transmitir una opinión creada por fuentes matemáticas,
entender que el frío en estas fechas y latitudes
siempre existió
pero ahora sorprende por su salto en el registro térmico.
Me equivoco y apuesto y me sigo equivocando,
soberbio, tiendo a pensar que son errores corregibles
en el largo plazo,
fallas de un sistema de pensamiento elevado pero no perfecto,
la razón de la sinrazón de una vida gélida de estudio.
El Papá Noel hinchable del chino, al que desprecio,
me da una lección de humildad:
soporta el frío, la pandemia, a los imbéciles que beben Monster
mucho mejor que yo,
renegado por la correlación entre costumbre y contagio.
