Poema 596: Shostakóvich me hace sonreír

Shostakóvich me hace sonreír

Shostakóvich me hace sonreír,

ilumina esos poemas decimonónicos,

experimentales y evocadores que canta la soprano.

Estoy leyendo unos poemas maravilla

en la espera y el calentamiento musical,

la conjunción perfecta en soledad absoluta.

Un hombre paseando un libro,

un lugar aislado desde el que compadecerme.

El movimiento de las cuerdas es frenético,

el mar de arcos balanceándose en armonía,

también la concentración del percusionista

anticipando el golpe único del gong.

La mujer de la viola muestra sus alas tatuadas

que simulan moverse al compás de sus músculos.

¡Cómo pensar que Rimbaud sería cantado

con tamaña magnificencia!

Recordé la sinfonía Leningrado meses atrás

en presencia de la guerrera diez,

misma sonrisa eufórica, exaltada, encendida.

Hoy leo unos versos en un francés sonoro

llenos de jardines, de centauras seráficas,

de bacantes de los arrabales,

un festín endiablado y sonoro

con el que Britten esculpió nota a nota sus canciones.

En el concierto todo es ya exceso, desafuero,

incontinencia sonora capaz de elevar el ánimo

las alas acercándose al sol antes de quemarse.