
Estático
Dicen las fotos antiguas
que mi ropa tiene mas años que mis hijos.
Amalgamas de recuerdos se trenzan
en hélices invisibles,
piedras, playas, cuerpos,
el sonido de las olas sobre las ondas tristes
que hoy emito.
Absorbo el sol con el ansia del condenado,
creo ver aún el chapapote bajo el verdín de las rocas
permanezco sentado en una playa cualquiera.
Solo, sacudido por fuerzas amigas
me abstraigo contemplando
catedrales esculpidas por el mar.
Percuten en segundo plano
imágenes de La mano De Dios,
el delirio plástico de Sorrentino.
La meditación es una fuerza intensa
una nube a la que se añaden capas ligeras
hasta que empieza a llover en mi rostro:
hipo, catarsis estremecida, lamentos
de inutilidad mundana.
Mi presencia es frágil en este entorno frágil,
fútil, soportada apenas por la vanagloria
de las líneas que escribo.
Llega el mar ascendente hasta mí
y podría decidir no moverme.
