He ascendido
He ascendido hasta lo alto
de la Cañada Soriana Occidental.
El ascenso es vertiginoso,
cubierto de sudor escalo por las rocas.
Estas piedras ya existían, no el embalse
espejo minorado por la sequía,
sí estas y otras zarzamoras,
las ovejas darían buena cuenta de ellas.
El roble bajo el que me siento.
cobija una gran piedra-mesa;
es en realidad un balcón al valle del Ambroz
y a la sierra que corona el Pinajarro.
El día está caliginoso y no se ve más allá,
escucho centenarias esquilas irreales,
el grito rudo de los pastores, silbos y gruñidos,
veo el brillo de la navaja que corta el queso.
Moscas en torno al sudor, debió haberlas a millones,
huele a hierba de los prados colindantes,
un jilguero y un gallo lejano engañan al sonido de la autovía,
pueblos blancos entre la masa arbórea.
Un vacío histórico y una soledad placentera
me causan sensaciones contradictorias,
me siento minúsculo y a un tiempo inflamado de ideas
de deseos, del esplendor de la edad madura.
